la ciencia ficción interesa al mundo académico, al menos tanto como puedan hacerlo la novela costumbrista rusa, el cine negro francés o la poesía existencialista, por ejemplo. Tiene su público, minoritario aunque respetable y respetado, y en modo alguno puede afirmarse que se encuentre discriminada (odios patológicos al margen).
Así, pues, si el mundo académico ha dejado de ser “la última frontera”, ¿dónde está el problema para que la ciencia ficción despegue definitivamente en este país? Dejando al margen las oportunidades perdidas por la new wave en los años 70 del siglo pasado, y las cambiantes modas literarias, a mi juicio sería preciso que aconteciera la siguiente e improbable suma de acontecimientos:
Uno: un libro clave. No un fenómeno puntual de ventas, sino un libro capaz de trascender los límites del género (tal vez por haber ganado un premio importante o tratar una tema impactante) y que pudiera mantenerse durante muchos años en la lista de los más vendidos, para así generar una base de lectores suficiente; un libro con el que poder codearse con los lectores habituales de Bestsellers sin que te miren rarito (algo así como poder citarlo entre El Señor de los Anillos, Los hombres que no amaban a las mujeres, “el último de Stephen King” o “el nuevo de Alatriste”).
Dos: un personaje mediático. Sí, me temo que en esta Era de la Información (que no del conocimiento) aún siguen siendo necesarios los caballeros andantes sometidos como estamos a la dictadura del star system. Una personalidad mediática a la que no le duelan prendas hablar con conocimiento de causa de las bondades del género en cualquier púlpito en que se presente la ocasión. En literatura fantástica disponemos de abanderados como Fernando Savater y Luis Alberto de Cuenca, escritores mediáticos de reconocido prestigio como José Carlos Somoza, José María Merino, Ana María Matute, Juan Jacinto Muñoz Rengel, David Roas, o Enrique Vila-Matas, e incluso académicos de la Real Academia de la Lengua española como el citado Merino. Necesitamos una personalidad así (no friki, por favor) en literatura prospectiva.
Tres: más libros de género. Evidentemente, escritos con calidad literaria, con tiradas, distribución, publicidad, críticas y ventas equiparables a cualquier otro libro de literatura general de tipo medio; libros que traten fundamentalmente de los problemas de nuestro presente, perturben la conciencia de los lectores y conformen, de una vez por todas, el dichoso canon.
Podemos soñar y esperar sentados a que se cumplan estos tres requisitos por simple ley de probabilidades o por una insólita conjunción astral, o bien podemos disfrutar, valorar y criticar las obras de que disponemos actualmente, que no son pocas. Sin prejuicios, sobrestimaciones… ni viejos mitos.
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