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Para encontrar el mejor comienzo para un cuento hay que ser Julio Cortazar, o Juan Carlos Onetti. Si usted no es Julio Cortazar, y no tiene los medios legales para engañarme, mas vale que comience por leer algunos consejos que lo acerquen –toda medida de distancia es relativa- a Don Julio, a Abelardo Castillo.
Tomamos, por caso, Bestiario. El 2º cuento de Bestiario, Carta a una señorita en París.
“Andrée, yo no quería venirme a vivir a su departamento de la calle Suipacha. No tanto por los conejitos, más bien porque me duele ingresar en un orden cerrado, construido ya hasta en las más finas mallas del aire, esas que en su casa preservan la música de la lavanda, el aletear de un cisne con polvos, el juego del violín y la viola en el cuarteto de Rará”
Bien. Póngase ya el sombrero.
Cortazar logra con este principio varias cosas: Nos dice en una sola oración que el narrador esta viviendo en un departamento prestado, que ese departamento tiene además un orden preestablecido. Nos regala la primera estampa de un cuento cuyo sentido último va a ser la destrucción del orden. Es decir, nos muestra el punto cero de la narración. El orden es estratégico.
Elige además el tiempo presente, un presente, en este caso indispensable.
Si recuerdan el final, esta carta termina con el suicidio del narrador, incapaz de sostener ese orden instalado desde el comienzo, en la casa y en la narración.
En fin, lo que me gustaría que quedase claro es que el comienzo de un cuento forma parte de una serie de recursos importantes de un cuentista.
En esa unidad funcional, se empiezan a decidir cuestiones esenciales como son la voz narrativa, el punto de vista, el tiempo de la narración. Y como si eso no alcanzara para atribuirle a los comienzos la importancia que merecen, también en ese primer contacto con los lectores empieza a sentirse el tono de la narración, la cadencia.
¿Hará falta mencionar que lo que haya de contenido en un comienzo marcara también la estrategia narrativa? Es decir, cuando elijamos que cosas van a formar parte del comienzo, desde el punto de vista de los contenidos, estamos marcando cual va a ser nuestra relación con la información, y quizás también con la verdad.
En relación con la trama, pueden dividirse en tres:
Los que comienzan antes de la acción: Procedimiento clásico, no altera el orden cronológico y empieza dando precisiones de tiempo, de lugar, geográficas.
Los que empiezan justo en el comienzo de la acción: ver el ejemplo de Onetti
Los que comienzan por la mitad de la acción: ver el ejemplo de Cortazar en “Las puertas del cielo”, o García Marquez en “Cien años…” aunque no sea un cuento…
Los que comienzan por el final: ver los ejemplos de Castillo.
En relación con la información, pueden ser anticipatorios, establecer teorías o hipótesis que después van a querer demostrar. (El caso de Borges en El muerto)
Pueden ser misteriosos, para generar una expectativa o definitivamente escabrosos para generar una impresión fuerte (como el caso de Poe en La Mascara de la Muerte Roja).
También es común en algunos cuentos de Poe e incluso de Borges, el estilo Enmarcado. Es decir, una explicación previa antecede a los cuentos, relatos que generalmente han sido encontrados en un libro, en una botella, contados de unos a otros, o referidos de casualidad por algún personaje histórico.
En fin, sin duda hay miles de maneras de enfrentarse con un cuento, pero seguro que la funcionalidad de los principios en un cuento es un detalle que vale la pena no subestimar.
1 comentario:
Tu blog me ha servido bastante en mi formación autodidacta, eres una mujer extraordinaria, y me encantaría leer alguno de tus libros. Saludos y buenas noches. Ya te sigo.
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