miércoles, 11 de abril de 2012

EL DECÁLOGO DEL BUEN CRÍTICO

1 - Serás independiente, competente y sincero. El amiguismo y los compromisos son las lacras de tu oficio.­

2 - Serás el hombre (o la mujer) más culto de tu era.­

3 - Confiarás en tus instintos. Si te sedujo por algo fue.­

4 - Oirás a Nietzsche. Optarás por la soledad de los lobos en lugar del calor de los rebaños. Recuerda que las empresas de comunicación tienen su propia agenda.­

5 - Ignorarás el canto de las sirenas ideológicas. Arderás por siempre en el averno si osas condenar a un escritor por esgrimir ideas diferentes a las tuyas.­

6 - Cultivarás tu propio jardín. El estilo es la única herramienta de que dispone el crítico para persuadir. ``Si resulta mediocre o incompetente en este aspecto, su eficacia será nula'', destaca el gran Ignacio Echevarría.­

7 - Dedícale a la obra tiempo de reflexión.­

8 - Investiga el contexto. Conocer al autor (y a la era del autor) mejora la comprensión de la obra. No leas otras críticas hasta después de haber concluido la tuya.­

9 - Da razones. Aplica algún parámetro objetivo. Harold Bloom postula que la fuerza estética es la combinación de cinco valores: originalidad, poder congnitivo, sabiduría, exuberancia en la dicción, manejo de la metáfora.­

10 - No te dejes intimidar. Hasta los más grandes tienen sus días malos.­
Por Guillermo Belcore

PD: El único método de crítica es el yo (Samuel Johnson).

PD II: Que mi enemigo escriba un libro (antigua maldición)

La suspensión del tiempo que provoca un buen texto

Siempre he sostenido que la virtud primordial que debe ostentar un escrito que se pretende literario es la de mantener absorto al lector, ajeno por completo a ese engorro llamado realidad.
Guillermo Belcore

los diez preguntas de Thomas Pynchon para el escritor principiante.

A saber:

1) ¿Qué puede decirse de la seriedad de la ficción? ¿Cómo trata el tema de la muerte? ¿Cómo aborda las clases sociales? ¿Resuelve algún problema trascendente?

2) ¿Cuál es el material teórico?

3) ¿Qué denuncia? ¿Qué informa? ¿Qué refleja de la vida real?

4) ¿Qué tal es la voz narrativa?

5) ¿Qué puede decirse del estilo?

6) ¿Tiene el autor buen oído para el habla? ¿Cómo son los diálogos?

7) ¿Tienen vida los personajes? ¿Se mueven, evolucionan?

8) ¿Qué piensa de los detalles? ¿Descubre algún error?

9) ¿Cuál es la calidad de ensamblaje de los elementos estructurales?

10) ¿Qué influencias se perciben?

sábado, 10 de marzo de 2012

El oficio de contar cuentos

http://cultura.elpais.com/cultura/2012/03/07/actualidad/1331123175_099339.html

Contar historias y escucharlas no es un lujo intelectual al que se entreguen unas cuantas personas con poco sentido práctico: es una fatalidad genética de la especie. Desde que empieza a tener un cierto dominio del idioma un niño no para de preguntar y de inventar y de exigir que le cuenten y de marearle la cabeza con relatos a quien ande cerca. Queremos algunas veces que nos digan la verdad y otras que nos mientan, y con el mismo empeño miramos a alguien a los ojos y le contamos lo que hemos guardado en secreto durante mucho tiempo, y también miramos con fijeza o apartamos ligeramente la mirada para improvisar una mentira. Contamos con palabras y contamos por señas cuando las palabras nos faltan o cuando creemos que ocultamos algo y nuestros gestos o nuestra entonación nos traicionan. Miramos por casualidad una película o una serie de televisión y aunque no tengamos ningún interés si tardamos unos segundos más en pulsar el mando a distancia ya nos quedamos atrapados por una historia, no porque sea buena o mala, sino porque es una historia, porque nos propone una intriga y nos tienta con el cebo infalible de una solución. Contamos en voz alta y contamos por escrito, y algunos cuentan dibujando imágenes o tomando fotos o haciendo películas, o más primitivamente aún, más despojadamente, arañando un nombre en un tronco de un árbol, en el muro de un templo egipcio, en la pared de una celda, imprimiendo una mano abierta en la arcilla húmeda de una cueva paleolítica o en una de esas losas de cemento de las que están hechas las aceras de Nueva York.

Para que no quedara constancia escrita de los poemas que podían mandarlo a prisión Osip Mandelstam los componía enteros en su cabeza y se los recitaba a su mujer para que ella los aprendiera de memoria. La métrica y la rima facilitan una escritura solo mental. Cuando se iba quedando ciego Borges compuso poemas mucho más medidos y rimados que los de su juventud. En vez de aquellas hojas rayadas de cuaderno escolar en las que escribía con una letra de una pequeñez inverosímil, con una pulcritud de ejercicio caligráfico y de miniatura, Borges ensayaba versos en voz alta y medía las sílabas golpeando suavemente con las yemas de sus dedos blancos de ciego. A Emil Nolde, que se sentía tan cercano a los nazis y sin embargo fue incluido por ellos en la etiqueta infamante del arte degenerado, le prohibieron exponer, y también comprar lienzos, pinceles y óleos: lo que hizo fue pintar acuarelas en láminas de cartulina del tamaño de postales, y la pobreza de medios y la limitación del espacio agregaron una fuerza más concentrada a sus visiones sombrías de horizontes marinos y playas abandonadas. Matisse hizo sus prodigiosos collages cuando la penuria de los años de la ocupación lo dejó sin otros materiales.

Jafar Panahi decidió hacer una película sobre su mismo encierro, sobre la mordaza que le impedía salir de casa y del país y hacer películas
Estamos tan hechos para contar historias que en cuanto nos dormimos lo primero que hacemos es empezar a segregarlas. El yo no es una figura sólida y estable sino un relato en marcha que la mente está contándose siempre a sí misma, una tentativa permanente por otorgar coherencia y continuidad al laberinto simultáneo de las operaciones cerebrales y a la multiplicación alucinante de los estímulos de los sentidos. El juego infantil del cuéntame un cuento recuento que nunca se acabe con pan y pimiento es la traslación poética y rítmica de esa narración incesante. En un solo vagón de metro, entre las conversaciones de la gente y las divagaciones de los solitarios de mirada perdida y las historias de los que se sumergen en un libro, hay más novelas posibles que en toda una biblioteca.

Los sordos hablan tumultuosamente con las manos. Las historias que no les llegan por los ojos los ciegos las urden con el tacto, el olfato, el oído. El que ha perdido el uso del habla por un accidente o un ataque lo recupera poco a poco, palabra por palabra, como el que aprende a caminar de nuevo, con el mismo empeño sin desánimo.

En un momento dado deja caer el guión sobre sus rodillas y hace un gesto de capitulación. Entre decir una película y hacerla hay un abismo irreparable
No callamos ni debajo del agua. No callaríamos ni bajo la tierra. Al cineasta iraní Jafar Panahi lo condenaron en 2009 a seis años de cárcel, a no dirigir películas y a no salir del país durante veinte años. Con la condena en suspenso lo forzaron a quedarse encerrado en su casa, con la amenaza constante de volver a prisión. Cuando lo condenaron, Panahi acababa de someter a la censura un guión sobre la vida de una chica que quiere ir a la universidad a estudiar arte, pero a la que sus padres encierran porque son muy religiosos y les ofenden esas aspiraciones. El permiso de rodaje fue negado. Jafar Panahi no iba a hacer esa película ni ninguna otra. Tenía prohibido salir de su casa. Tenía que quedarse aguardando las noticias probablemente fatídicas que le traerían los abogados.

Entonces decidió hacer una película sobre su mismo encierro, sobre la mordaza que le impedía salir de casa y del país y hacer películas. Sobre la mesa del desayuno puso una cámara digital. Se filmó a sí mismo desayunando y mirando por el balcón hacia la calle que no podía pisar y hablando por teléfono con la abogada que lo mantenía al tanto de sus negras perspectivas penales. Vino a verlo otro amigo cineasta, Mojtaba Mirtahmasb, y le pidió que fuera él quien manejara la cámara. También filmó con la cámara de su iPhone. Filmó a una iguana que anda por su casa con lentitudes de criatura prehistórica y al portero que llama a la puerta para recoger la basura, y a una vecina que quiere dejarle un rato su perro mientras ella sale. Como no podía hacer su película leyó el guión delante de la cámara, se lo contó a su amigo, puso cintas adhesivas en el salón de su casa para delimitar los espacios de las habitaciones en las que vivía encerrada la protagonista de su historia. Describe lo que se vería en cada uno de los planos que no puede rodar: una ventana que da a un callejón, una mujer anciana que se acerca caminando despacio, un hombre joven que la ayuda y que parece que está enamorado de la chica encerrada, pero que tal vez es un agente de la policía secreta… En un momento dado el cineasta deja caer el guión sobre sus rodillas y hace un gesto de capitulación. Entre decir una película y hacerla hay un abismo irreparable.

En las ventanas va atardeciendo, anochece. El amigo se va y la cámara que manejaba queda en marcha sobre la mesa de la cocina. De la calle vienen los ruidos del tráfico y los de los fuegos artificiales de una fiesta de fin de año. Lo que estamos viendo se titula Esto no es una película: no es una broma intelectual, sino un hecho. La última imagen es la calle a oscuras que el cineasta no puede atreverse a pisar. No hay música, casi no hay créditos. El material filmado salió de contrabando de Irán. Proscrito, encerrado, silenciado, de un modo o de otro Jafar Panahi seguirá dedicado al oficio y al vicio de contar.

Esto no es una película (2010), de Jafar Panahi y Mojtaba Mirtahmasb, se estrenará en España el 30 de marzo. http://www.thisisnotafilm.net.

antoniomuñozmolina.es

martes, 3 de enero de 2012

Consejos para escribir novelas

De El Malpensante

Consejos para escribir novelas
Juan Terranova

N° 125
Noviembre de 2011
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Lo primero es aprender a estar solo. No se puede escribir una novela si uno siempre está rodeado de gente, y menos aún si esa gente habla todo el tiempo. Hay escritores que saben cómo estar solos antes de empezar a escribir, antes de llegar a la edad adulta. Eso es cómodo porque aprender de grande el arte de estar solo es muy difícil.

Leer es una de las mejores formas de estar solo que conozco. La otra es escribir.

Al mismo tiempo, la soledad no solo es la gente y la falta de gente. Es un estado bastante mental. Cuando escribís nadie, repito, nadie, va a hacer lo que vos no hagás.

La concentración y la prolijidad son importantes pero no imprescindibles. Si me das a elegir entre concentración y prolijidad, elijo prolijidad porque nunca me costó concentrarme y siempre me costó ser prolijo. Ser prolijo se aprende rápido cuando metés la pata seguido.

La concentración implica concentrar cosas, sintetizarlas, ser ejecutivo, ir para delante.

Y no des excusas. No sirven. Nadie las escucha.

Otra cosa básica. Hay que tratar de no salir de casa, no salir del escritorio o de la mesa donde estás escribiendo. Se dice que Balzac escribía atado a la pata de la cama o encerrado. Ahora bien, si necesitás salir, hacé que valga la pena.

Hay que leer todo. Cervantes leía “hasta los papeles rotos de la calle” y él escribió la mejor novela de todas, el principio y el final del género.

Hay que terminar lo que se empieza. Antes no se sabe si es bueno, si es malo, si se va a publicar o si hay que tirarlo.

También hay que resignarse a ser medianamente pobre.

Otra cosa que sirve es robar. Pero hay que robar bien. Si están dando Alien, el octavo pasajero ahora mismo en la televisión, lo mejor que podrías hacer es empezar a transcribir los diálogos y todo lo que ves en la pantalla.

Para escribir buenos diálogos tenés que escuchar y recordar cómo se peleaban tus viejos, cómo argumentaban, cómo se mentían, cómo se reconciliaban.

Algo útil es escribir muchos mails a tus amigos contándoles cosas de tu novela, presentándoles los personajes, qué dicen, qué hacen, de qué viven, pero lo que no sirve es que hables de ellos. Los novelistas no hablan. Cuanto más escribas y menos hables, mejor.

Hay que tener siempre muy presente que el arte de la novela es íntimo y universal al mismo tiempo. Lo que narrás te tiene que importar a vos. Te tiene que importar a vos y a tus amigos. La palabra clave es “comunidad”.

Un teclado que no tiene restos de semen y comida no es el teclado de un novelista. Puede ser el teclado de un gran escritor, de un eximio poeta, pero no es el teclado de un novelista.

Cralos pIva
Definitivamente el arte de escribir es un oficio propio de locos, enajenados e insociables, con el unico animo, de reunir a otros locos y enajenados socializandolos, para sentir nuestra locura como un ARTE propia de la locura que nos sostiene.


Luby Castellanos
Y si es una mujer la que escribe en su teclado solo ha de haber restos de comida, verdad? jajaja, no me respondas por favor. Qué lastima parecias novelista pero lo del semen está muy visto. ;-)... nah es broma. Me gustó leerte.