jueves, 21 de abril de 2011

De decálogos y consejos

De decálogos y consejos
09-09-2010 | Abelardo Castillo, Horacio Quiroga, Marcelo Birmajer ¿Se puede pensar un decálogo de consejos para escribir? Quiroga, Castillo, Birmajer creyeron que sí.

Por GL.

“No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas”. Como una antigua maldición china la frase de Horacio Quiroga sobrevuela la mente de cualquier escritor con una página en blanco. Desde el Decálogo del perfecto cuentista que Quiroga dio a conocer en 1927 hasta la actualidad muchos escritores dieron sus consejos. Decía Quiroga: “En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la misma importancia que las tres últimas”.

Abelardo Castillo en Ser Escritor reflexiona sobre el oficio del escritor y arma una especie de decálogo propio donde también se centra en este punto: “Cortazar solía decir que empezaba sus cuentos sin saber adonde iba. No le creas. En sus mejores cuentos lo sabía perfectamente, aunque no supiera que lo sabía”.

La famosa lista de Quiroga, comienza con la siguiente afirmación: “Cree en un maestro – Poe, Maupassant, Kipling, Chejov- como en Dios mismo”. Sobre los grandes maestros, Castillo asegura: “Cuidado con Borges, Kafka, Proust, Joyce, Arlt, Bernhard. Cuidado con esas prosas deslumbrantes o esos universos demasiado intensos. Se pegan a tus palabras como lapas. Esa gente no escribía así: era así”.


Suma Quiroga: “Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia”.

En una entrevista publicada en Página 12 en 2007, Castillo explica qué significa para él la literatura. “La literatura no es ni una profesión ni un oficio, es un destino, pero es un destino elegido que hay que enriquecer todos los días, lo que puede ser muy angustioso”. Siguiendo esta línea, en Ser escritor afirma: “No intentes ser original ni llamar la atención. Para conseguir eso no hace falta escribir cuentos o novelas, basta con salir desnudo a la calle”.

Marcelo Birmajer ironiza en su propio decálogo: “No declame que escribir lo hace sufrir. En tal caso, abandone la escritura. Hay escritores de sobra, y en los últimos años, gracias al fundamentalismo islámico, tampoco faltan mártires. De modo que no precisamos de ninguna de sus dos condiciones”.

En los diez puntos de Quiroga, aparecen otros consejos como no adjetivar sin necesidad y expresar con exactitud las circunstancias. Sobre los personajes de una obra recomienda: “Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lector”.

Marcelo Birmajer también se detiene en los personajes: “No insista con que los personajes se le aparecen en el toilette, en la cocina y en la cama. Todos sabemos que miente”.

Uno de los últimos puntos que toca Quiroga es el de la emoción: “No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino”.

“Ni tampoco abandones a tu esposa por una más jóven luego de tu primer éxito”, dice Birmajer, “espera al menos a dos o tres éxitos, no sea cosa de que tenga que volver corriendo”.

Para terminar, retomo a Abelardo Castillo: “No creas en las máximas de los escritores. Tampoco en estas. Lo que cautiva de una máxima es su brevedad; es decir, lo único que no tiene nada que ver con la verdad de una idea”.

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